Hace poco
conocí a una mujer en un grupo de amigos. Lo primero que me preguntó después de
un par de frases de cortesía fue: Y tú, ¿qué eres? No supe qué contestar y sólo algunos segundos
después respondí: Antonio, soy Antonio.
El resto de
la velada transcurrió tranquila, aunque luego reflexioné sobre las expectativas
de las personas y la ansiedad que supone mantener la identidad de nuestro
interlocutor en abierto. Me explico